La mente y sus yoes
A través de los tiempos siempre se ha utilizado al burro, al asno, para simbolizar a nuestra mente incipiente, o en todo caso para señalar nuestra incapacidad intelectual y de aprendizaje. “Eres tan bruto como un burro”, suele decir la gente; o simplemente se nos colocan unas largas orejas de burro, para demostrar lo mismo. Pero resulta paradójico que al analizar a este simpático animal (al que Juan Ramón Jiménez, dedicara su prosa “Platero y Yo”, y Apuleyo su mítico relato del “Asno de Oro”), encontremos que no es tan bruto como se piensa, porque, por ejemplo, no tropieza dos veces en la misma piedra, como sí lo puede hacer el caballo, y hasta es capaz, si conoce una ruta, recorrerla sin guía hasta el final.
Entonces, ¿por qué esta relación con la brutalidad? Tal vez se deba más bien a su tozudez, al querer seguir por el camino trillado aunque se le esté indicando otro, y porque, ciertamente, la familia Elemental de este équido animal está en relación con el Departamento Elemental de la Mente Cósmica.
Podríamos decir que en su aspecto destructivo representa al Mercurio Seco, es decir, al Ego, a todos esos yoes que nos manejan y dirigen nuestros pensamientos y eclipsan nuestra conciencia; pero si lo dominamos, quiere decir que la mente se pone al servicio del Intimo.
Los Egipcios decían que el burro, la mente, cuando no es dominada y limitada, es el gran destructor de la Realidad. Cuando la fuerza Crística nace en el pesebre del mundo, está el asno allí, señalando que se deben eliminar los yoes y dominar la mente, para que se ponga al servicio del Intimo y nos conduzca a la Jerusalén Interior.
Pero veamos que nos dice el V.M. Samael acerca de este animal y su relación con Jesús: Por estos tiempos del Kali-Yuga (Edad de Hierro), las gentes se han dedicado al “mentalismo”, y por aquí, por allá y acullá, se encuentra uno, en las librerías, millares de libros hablando maravillas sobre el borrico de la mente”. “Lo interesante de todo esto es que Jesús, el Gran Kabir, montó en el borrico (la mente) para entrar en la Jerusalén Celestial en Domingo de Ramos. Así lo explican los Evangelios, así lo dicen, pero las gentes crucifican a Jesús El Cristo y adoran al burro. Así es la humanidad, mis caros amigos, así es la época de tinieblas en que vivimos.
¿Qué es lo que quieren desarrollar los mentalistas, la fuerza mental, la fuerza del Burro? Mejor sería que los comprensivos se montaran en este animal y lo domaran con el látigo de la voluntad. Así cambiarían las cosas y nos haríamos buenos Cristianos, ¿verdad?” “Desafortunadamente la gente de estos tiempos ya no quieren nada con el Espíritu; ahora, hincados de rodillas, besan las patas del Borrico, del Asno, y en vez de purificarse, se envilecen miserablemente.
Si las gentes supieran que no tienen Cuerpo mental y que lo único que poseen es una suma de agregados psíquicos, asqueantes cristalizaciones mentales, y si en vez de fortificar y robustecer a esos yoes bestiales los desintegraran, entonces sí trabajarían para bien de sí mismos y para su propia felicidad. Empero, desarrollando la fuerza de la Bestia, el poder siniestro del Ego mental, lo único que consiguen es volverse cada día más tenebrosos, izquierdos, abismales.
Por: César Owen / España
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