El Toro sagrado

Culto Neptuniano, Atlante y Solar

Toro alado de Mesopotamia
Toro alado de Mesopotamia
Desde los más antiguos tiempos, el toro ha servido para representar
trascendentales verdades del Cosmos, de la Naturaleza y del Hombre. Recordemos, por ejemplo, al toro alado de los babilónicos que adornando las puertas de sus templos y sirviendo de columna se muestra hierático y majestuoso. Su cabeza humana representa la inteligencia, su alas el Espíritu, y su cuerpo de toro la fuerza; en algunos casos, como los toros alados persas, muestran sus patas delanteras como garras de león, entonces se convierte, esta figura, en el solemne símbolo de los 4 Elementos: tierra, agua, aire y fuego.

Se asocia al elemento tierra y al Evangelio de Lucas.
En el buey Apis de los misterios egipcios, era el creador y fiscal de las almas. Fue consagrado a Isis o a la diosa Hathor, porque de hecho se halla relacionado con el culto a la Vaca Sagrada, la Madre Divina, por lo que este toro debía ser negro con una luna blanca en creciente en su frente y la marca del Escarabajo Sagrado debajo de la lengua.

El buey Apis es el amo del cielo, dueño de la luz que sale de la llama, es el Fohat que vive y palpita en el Ens Séminis salvador, la piedra filosófica de los alquimistas medievales y de todos los tiempos.

En Grecia tenemos a Júpiter tonante transformado en toro, pero no en uno común y corriente sino en un bello ejemplar color de sol y con cuernos de luna en creciente, ojos azules destilando amor y su cuerpo exhalando un olor divino de ambrosía para raptar a Europa y atravesar el “Mar de la existencia” y el “Mar de los filósofos” hasta la “otra orilla”.

Símbolo maravilloso del Logos, el Cristo auxiliando a la Conciencia. No olvidemos a los bueyes del sol que pacían tranquilos en la isla de Sicilia y fueron robados por Mercurio y los que Hércules, el héroe solar, roba a Gerión. Todos estos, vienen a representar el mismo contenido simbólico ya mencionado en relación con la Alquimia y la piedra filosofal.

Hércules y el toro
Hércules y el toro

Pero no todos los toros eran negros o blancos o del color del sol. En
algunos casos eran rojos, como los del rebaño del rey Gerión. Ni tampoco todos representan solamente al Logos y la mismísima piedra filosofal. Hay entre los misterios de los antiguos tiempos, también el simbolismo opuesto al Ser, representado por el mismo toro, y en este caso se convierte en la Bestia bramadora, el Ego, es decir, en la representación o personificación de todos nuestros defectos psicológicos.

¿Y qué diremos del Minotauro cretense, aquel que Teseo tiene que vencer para poder salir del laberinto ayudado además por el hilo de Ariadna.

Teseo y el Minotauro
Teseo y el Minotauro
Y como sabiamente le había anunciado el Oráculo délfíco: “guiándose por amor?” ¿No es acaso el maravilloso símbolo de la lucha psicológica que debe librar el Iniciado contra sí mismo, tal y como sucede en la historia de Mitra.

En el celebérrimo circo taurino, que no es otra cosa que una supervivencia ancestral de la fiesta atlante que se celebraba con toros sueltos en el templo de Neptuno, a los que se les vencía, no brutalmente como hoy, sino con lazos y otras artes clásicas de la Tauromaquia, vemos el símbolo inequívoco de la lucha contra esa Bestia bramadora.

Todo esto nos recuerda los misterios Isíacos y los cultos arcaicos de
Io, relacionados con el sacrificio solemne de la Vaca sagrada.

La vaca sagrada
La vaca sagrada
La madre Divina posee en realidad ese Poder mágico que nos permite reducir a polvareda cósmica el Ego animal, la Bestia bramadora, en el ruedo de la existencia, es por eso que nosotros debemos convertirnos en boyeros, es decir, en los conductores de la Vaca sagrada.

Por: César Owen/España

Un comentario en “El Toro sagrado”

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *