En los estudios gnósticos, se enseña que la rosa es la reina de las flores. La rosa está influenciada por Venus, la estrella del amor, el lucero de la mañana, En la elemento terapia, se aprende la magia de las rosas, para curar las enfermedades del alma, la pena moral. El simbolismo de la rosa es profundo y extraordinario. Arnoldo Krumm Heller, el maestro Huiracocha, se refiere a su simbología de la siguiente manera:
Los teósofos se han asido, como rosa simbólica, a la flor de loto y le dedican una verdadera veneración. Sus pétalos y sus hojas simétricas, es algo poético, como su forma de crecer y desarrollarse, pues extendidas sus raíces por el fango, va lanzando el tallo hacia arriba a través del agua para luego ofrecer su flor cara al Sol. Es esto verdaderamente simbólico y delicado para los espíritus religiosos, pero no único. Abrase una Botánica y encontramos centenares de flores iguales en nuestra zona sin necesidad de basarnos exclusivamente en la de la India. Todavía a la flor de loto, le falta algo muy esencial para prestarse del todo a un símbolo que es el aroma. Carece de él en absoluto y si en ciertas regiones conserva alguno, es un olor detestable.
Cuán diferentes son nuestras rosas. Plantadas en el fango, van poco a poco removiéndolo y quemando químicamente esas escorias hasta transformarlas en tallo, en hojas, en flor, en aroma riquísimo… En eso estriba su gran valor y enseñanza ética. Nosotros, como las rosas o como plantas que las producen, vivimos constantemente en la miseria, en el fango de nuestro vivir hediondo y crapuloso y hemos de transformarnos, quemando nuestras propias escorias, para que en nosotros surja un día el hombre virtuoso y esencial. Es decir, hay que verificar o realizar el milagro por consunción de convertir nuestra naturaleza animal en espiritual, el ángel malo en bueno, nuestras sombras en luz radiante…
La rosa es un símbolo de belleza. Pero ese símbolo no nace ni de su forma, ni de su color. La tonalidad de sus matices podrá ser un verdadero iris con variedades divinamente combinadas. Su forma, será la más adecuada y simbólica. Todo en ella se prestará para dar la sensación más estricta de la belleza, pero su verdadero valor intrínseco, está en su conjunto, en su totalidad. Ya Homero, en su lírica, la compara con el alba de la mañana y canta extáticamente ante su conjunto, como un sol expresivo.
La rosa es el símbolo del amor. Los pueblos antiguos así lo entendieron y la ofrendaban a los dioses del amor de ambos sexos. Teócrito cuenta, que los enamorados se pasaban mutuamente sobre los dedos, hojas de rosas y si soñaban, forzados por este dulce sortilegio, eran para ellos una gran prueba de amor y de fidelidad. En Tannhausser dice Wagner: “A quien el corazón se le inflame de amor lleva una corona de rosas”. Y otro vate de épocas pasadas, exclama: Que tan pronto veía a una mujer todo se le transformaba color de rosa… Por un cuento germano medieval, se sabe de una mujer muy hermosa que se encuentra encerrada en una torre inaccesible para su pretendiente. No sabe éste qué hacer para estar cerca de la bien amada y entonces intenta ponerse un vestido color de rosa, cubriendo con frescas y fragantes rosas todo su cuerpo y haciéndose introducir dentro de un cesto adecuado para ser transportado a la torre. Los portadores del cesto, al notar un peso excesivo, suponen que sea el rocío el que ofrece aquel peso y no se atreven a tocar, porque sólo la dama deberá posar sus manos sobre las gotas de rocío. Como en todos los cuentos, los dos amantes se unen por haber sido él traído con rosas.
La rosa es el símbolo de la felicidad. Ya Cicerón expresa, que los felices tienen lecho de Rosa… Cuando el valiente mexicano Cuauhtémoc fue amarrado a un banquillo por orden de Cortés mientras sus pies se abrasaban en una hoguera para arrancarle el secreto del lugar donde había sido depositado el tesoro imperial, uno de sus ministros llenos de dolor le gritaba: ¡Emperador! Decid dónde tenéis escondido el oro. Ved cómo sufro… Y Cuauhtémoc, con toda calma, se volvió hacia él respondiendo: ¿Crees tú que yo estoy sobre un lecho de rosas?…
La Rosa es el símbolo del sigilo, del silencio. En los antiguos misterios, no faltaba jamás la Rosa, tanto dentro del santuario como en el pórtico donde el guía le llamaba la atención al neófito sobre tal emblema expresándole que tan sólo era elocuente por su presencia y por el misterio que en ella se encerraba, pero que nunca hablaba. Con esto quería decirle – y así se lo recomendaba – que había que ser mudo y callado como lo era la rosa. Entre los antiguos germanos y, sobre todo, entre los Caballeros de la mesa redonda que buscaban el Santo Grial, se usaba una corona de encina colgada o puesta sobre la mesa y en el centro se destacaba una rosa como símbolo del silencio. En muchas casas municipales o alcaldías de Alemania, cuyos edificios aún se conservan intactos desde la Edad Media, encontramos en la sala de sesiones una rosa tras los asientos. En los mismos protocolos encerrados en los Archivos, se puede leer claramente que tal o cual miembro del Consejo fue destituido, por haber lesionado la rosa de su asiento siendo indiscreto y habiendo divulgado los acuerdos que se había comprometido silenciar en reuniones secretas. Dicen algunos oradores de aquellos tiempos que así como las hojas de la flor de la Rosa están unidas sin dejar penetrar lo más mínimo, de igual manera debe ser el secreto, intransitable.
La rosa es el símbolo de la inestabilidad que preside a todo lo que nace y muere… Hoy vemos la rosa, fresca, erguida y lozana. Mañana, amarilla, lacia y mustia… Así en los Misterios antiguos, la rosa blanca era el símbolo de la muerte y el emblema de la destrucción. La rosa, es un constante memento mori que a cada paso debe hacernos recordar que somos de polvo y en polvo hemos de convertirnos. Es un anuncio permanente de que la muerte nos ronda a cada instante.
Verdaderamente que es curioso, que en ninguna ocasión, falten las rosas. Ella la ofrecemos a la mujer amada y aun después la vemos colocada sobre el ataúd de la pobre novia muerta…
Finalmente, es el símbolo de la virginidad. Todo lo que sea puro, inmaculado, limpio y pudoroso, está encarnado en la rosa que nunca pierde su perfume aunque manos impuras la toquen. La misma flor de azahar, en algunos países, es puesta en manos de la desposada como símbolo de su virginidad. Al nacer el Sol, se habrá rasgado el velo de himeneo como se habrán marchitado las flores de azahar…
Tomado de Rosa Esotérica de Arnoldo Krumm Heller (V.M. Huiracocha)