El arte de amar (sexta parte y conclusión)

“En el amor nada importa, ciertamente, ni el dolor ni la alegría, sino sólo eso
que se llama Amor”.
“Mientras el amor libre ata, la desunión lo mata, porque Eros
es lo que realmente une”.
“El amor se enciende con amor, como el fuego con el fuego. Pero, ¿de dónde
salió la primera llama?
En ti salta bajo la vara del dolor, tú lo sabes”.
“Luego, ¡oh dioses!, cuando el fuego escondido sale llameando, lo de dentro y
lo de fuera son una sola cosa
y todas las barreras caen hechas cenizas”.
“El amor comienza con un destello de simpatía, se consubstancializa
con la fuerza del cariño y se sintetiza en adoración.
Un matrimonio perfecto es la unión de dos seres,
uno que ama más y otro que ama mejor”.
“El amor es la mejor religión asequible.
¿Amar? ¡Cuán bello es amar; sólo las almas puras y simples saben amar!”
“¡Gnósticos: avivad la llama del espíritu con la fuerza de Eros!” (Samael Aun Weor, El Misterio del Áureo Florecer)
*
Desde un punto de vista trascendental, cuando las parejas se unen según los cánones o reglas del arte amatorio, entonces “el amor por el o la cónyuge se vincula, místicamente, con representaciones espléndidas que tienen su origen en el mundo del espíritu puro”.
El arte amatorio del gnosticismo universal jamás comete el error de separar el sexo y sus funciones de la espiritualidad trascendente, y con gran énfasis declara que ha llegado la hora de mirar las funciones sexuales no como motivo de vergüenza, tabú o pecado, sino como algo infinitamente elevado, sublime y terriblemente divino.
Este arte amatorio, que en el presente seminario analizamos, con su sexo-yoga, maithuna o magia sexual nos transfigura radicalmente y acentúa la idea de lo sexual en el alma de cada uno de nosotros. Es decir, nos lleva a comprender que el verdadero amor o amor consciente, nunca puede estar separado de la supra-sexualidad.
Es incuestionable el fondo cósmico-trascendental de la sexualidad; la sexología esotérica nos permite realizar un enlace entre lo físico, lo anímico y lo espiritual. Por eso sólo son capaces de practicar el arte amatorio o alquimia sexual aquellas personas inteligentes y comprensivas que tratan de trascender el dualismo, aquel que separa al mundo anímico de los sentidos.
Ahora bien, él y ella, esposo y esposa, unidos con lazos de verdadero amor, constituyen la célula fundamental de la sociedad. De la unión sexual entre marido y mujer nacen los hijos y surge la familia.
Tal como psicológicamente son las parejas, así serán los hijos; tal como interna o psicológicamente son las familias, así será la comunidad, el barrio, la urbanización, la nación, el Estado y su Gobierno, los sindicatos, los partidos políticos, los grupos religiosos, los organismos culturales y de manera global cualquier agrupación humana.
Si él y ella poseen valores estéticos dentro de sí mismos, si poseen belleza interior, por ley de afinidades psicológicas y de imantación universal procrearán hijos con muchos valores anímicos y los educarán con esa fuerza maravillosa del amor que emana de la belleza íntima.
El amor se deriva, pues, del misterio de la belleza. La hermosa luz del amor es la única energía cósmica que puede consolidar a las parejas, que puede darle un piso firme y sólido a la vida matrimonial, y por lo tanto, la vida familiar y a la vida social.
El amor humano es una chispa del amor divino. El amor, encarnado mediante los procedimientos de la revolución gnóstica de la conciencia en el corazón de él y de ella, le dan una razón de ser al sacramento del matrimonio porque las parejas entienden que el sexo no sólo tiene funciones generadoras sino también regeneradoras; además, comprenden cuál es el exacto sentido de vivir en este mundo físico y se tornan personas generosas, magnánimas y caritativas.
Lo cierto es que la fuerza misteriosa del amor imprime un sello particular al Cosmos, a la Naturaleza y a la existencia humana, creando sexualmente y volviendo a crear. Podemos aseverar que puede haber (y lo hay, lamentablemente) mucho sexo sin amor, pero eso es simplemente lujuria, pasión animal; y actúa como fuerza desintegradora, no creadora ni enaltecedora.
Con base en hechos y no en especulaciones intelectivas; tomando en cuenta la verdadera estructura psicofísica de la criatura humana, es decir, como ente que además de un cuerpo físico tiene una particular psicología, afirmamos solemnemente que la belleza interior origina pensamientos luminosos de amor, sentimientos o emociones superiores de amor, acciones de amor, instintos amorosos y, finalmente, amor sexual. Así se produce un equilibrio perfecto en los cinco centros de la máquina orgánica: el intelectual, el emocional, el motor, el instintivo y el sexual.
Como se ha dicho a lo largo de este seminario, los terrícolas no sabemos amar porque hemos separado la función sexual de la espiritualidad, e ignoramos (entre muchas otras cosas) que este Sistema Solar donde vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser, tuvo, al igual que los otros sistemas solares, un origen divino y sexual, y que lo que el Demiurgo Creador hizo en el Cosmos infinito, eso mismo debemos hacer nosotros en el propio microcosmos. Vale decir: el camino de la regeneración humana o vía para crear un nuevo hombre y una nueva mujer, es exclusivamente un asunto de amor sexual, pues ninguna creación es posible sin el concurso de las dos polaridades: la fuerza sexual masculina y la fuerza sexual femenina, conciliadas ambas por una tercera fuerza de cohesión, la del amor.
Cabe señalar que la desaparición, en el ambiente cultural moderno, de la idea del acto amoroso como un hecho espiritual ha provocado en nosotros una merma de valores anímicos, sobre todo de valores estéticos. Y a medida que avanzamos tecnológica y científicamente, retrocedemos o involucionamos en relación con el antiquísimo arte amatorio, en relación con el misterio entre los sexos, fundamentado en el influjo mágico del verdadero amor. Merced a ese olvido, hemos llegado a creer que el sexo sólo sirve para generar nuevas criaturas y para el disfrute pasional de un solo instante.
Existen, ciertamente, aspectos subjetivos-sexuales, es decir, la utilización de la sexo-energía en forma mecanicista, lujuriosa, concupiscente, libidinosa; lo que de hecho conduce al fortalecimiento del ego animal y a la formación de nuevos “agregados psíquicos” o “yoes”. Sin embargo, en el sexo también existe un poder objetivo-creador que, debidamente utilizado nos lleva a un erotismo superior, en el que el ansia sexual y el anhelo espiritual en plena fusión mística, conducen inteligentemente a la unidad del alma con la sensualidad, o sea, hacia la sexualidad vivificada; entonces lo sexual deja de ser motivo de vergüenza, tabú o “pecado” y se torna profundamente religioso.
Así, con basamentos sólidos de tipo científico, artístico, filosófico y místico, la Gnosis afirma que de la plena fusión integral del entusiasmo espiritual con el ansia sexual, deviene la conciencia mágica, la conciencia capaz de realizar todos los prodigios del amor. Es de este modo y no de otro, como pueden las parejas que se adoran (él y ella) emanciparse del círculo vicioso del acoplamiento vulgar, común y corriente, y penetrar en la esfera gloriosa del equilibrio magnético, evitando ser víctimas del hastío, del cansancio, de la frustración amorosa producto de la fornicación y el adulterio.
Cuando se practica el arte amatorio según las leyes de la alquimia sexual, se redescubre en el ser amado, se halla en él la senda que conduce a la unión con el ser, con el Dios íntimo que habita en las profundidades de la conciencia individual.
Contrario a lo que muchos piensan, en la relación de parejas no son hormonas ni vitaminas de patente (fabricadas por los modernos laboratorios) lo que se necesita para la vida matrimonial, sino auténticos sentimientos de TÚ y YO, y por ende, el intercambio de las más selectas facultades afectivo-eróticas entre el varón y la mujer.
Escrito está con carbones encendidos en el libro extraordinario de la vida, que el amor ardiente o amor sexual entre varón y hembra, obra mágicamente… La magia es, según Novalis, el arte de influir conscientemente sobre el mundo interior. El amor es pues, la base de la posibilidad de la magia y de adquisición de la sabiduría del ser; porque en el amor está contenido el sumum de la sabiduría.
El amor, en efecto, es la potencia mágica por excelencia. La ley fundamental de todo influjo mágico es la de la polaridad. La magia sexual, sexo-yoga, kundalini-yoga o arte amatorio entre marido y mujer, tiene su fundamento potencial en el sexo. Porque, ciertamente, todos tenemos algo de fuerzas eléctricas y magnéticas y ejercemos, igual que un magneto, una fuerza de atracción y de repulsión. Entre los amantes es especialmente poderosa esa fuerza magnética y su acción llega muy lejos.
Para nosotros los gnósticos el cuerpo físico es algo así como alma materializada, condensada; no un elemento impuro o pecaminoso, como suponen los tratadistas religiosos de la ascética absoluta de tipo medieval.
Tales planteamientos, como ese de que el sexo obstaculiza al alma, tiene un aspecto negador de la vida y en contraposición surge (como por encanto) la ascética revolucionaria de la Nueva Edad de Acuario: mezcla inteligente de lo sexual y lo espiritual, dirigida a preparar, ordenar y enlazar esos miles de millones de dispositivos físicos y psíquicos que constituyen nuestro propio universo interior, particular.
La lujuria, la pasión animal separa al cuerpo de la esencia anímica, de eso que tenemos de alma humana y por añadidura nos separa del ser, de Dios-Padre y de Dios-Madre que habita en nuestra intimidad; separación que provoca la inevitable ruptura entre las parejas.
Es incuestionable que con la aplicación práctica de los métodos del arte amatorio, las parejas que verdaderamente se aman pueden conservar toda la vida la luna de miel. Sólo así, mediante la mutua e íntima aspiración esotérica en dirección al ser, pueden los varones y mujeres que se adoran, llegar a ser completos, íntegros, uni-totales.
Digamos finalmente, que el acto sexual, como función unificadora de espíritu, alma y cuerpo, puede convertirse en inter-acción cósmico-mágica y, por ende, es constructivo. El acto sexual como simple satisfacción del instinto animal, con exclusión de la voluntad de amor anímico-espiritual, obra sólo de manera exteriorizante y, por ende, es desintegrador” (Vea libro titulado La magia del sexo, de Charles Waldemar).
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El arte de amar
(Conclusión)
“Así que, la cuestión de los temperamentos es muy importante.
No solamente se necesita que haya correlación entre los
distintos centros de la máquina orgánica: intelecto, emoción,
movimiento, instinto y sexo,
sino que haya también temperamentos afines.
Sólo así, habiendo temperamentos afines y perfecta inter-relación
de los distintos centros de la máquina,
puede haber una auténtica afinidad entre las parejas, lo cual daría felicidad”.
(Samael Aun Weor, conferencia titulada Sexología trascendental)

Con la transcripción del capítulo Nº 1 del libro titulado El matrimonio perfecto, en el que el maestro Samael Aun Weor describe con extraordinarias pinceladas qué es el amor en sí mismo, colocamos punto final a este seminario cuyo objetivo consiste en arrojar un poco de luz sobre las tinieblas espantosas del odio; es decir, del contra-amor, del anti-amor, que como pesado manto funerario amenaza con destruir definitivamente a esta pobre humanidad doliente…
Escribe el maestro: Dios, como Padre es Sabiduría, Dios como Madre es Amor. Dios como Padre reside en el ojo de la sabiduría (el ojo de la sabiduría se halla situado en el entrecejo); Dios como Madre se halla en el templo-corazón.
Sabiduría y amor son las dos columnas torales de la gran logia blanca.
Amar ¡cuán bello es amar!; sólo las grandes almas pueden y saben amar.
El amor es ternura infinita, el amor es la vida que palpita en cada átomo, como palpita en cada Sol.
El amor no se puede definir porque es la divina madre del mundo, es eso que adviene a nosotros cuando realmente estamos enamorados.
El amor se siente en lo hondo del corazón; es una vivencia deliciosa, es un fuego que consume, es un vino divino, delirio del que lo bebe. Un simple pañuelito perfumado, una carta, una flor, promueven en el fondo del alma enamorada tremendas inquietudes íntimas, éxtasis exóticos, voluptuosidad inefable.
Nadie ha podido definir qué es el amor. El amor hay que vivenciarlo, hay que sentirlo. Sólo los grandes enamorados saben realmente qué es eso que se llama amor.
El matrimonio perfecto es la unión de dos seres que verdaderamente saben amar.
Para que verdaderamente haya amor se necesita que el hombre y la mujer se adoren en los siete grandes planos cósmicos. Para que haya amor se necesita que haya una verdadera comunión de almas en las tres esferas de pensamiento, sentimiento y voluntad.
Cuando los dos seres vibran afines en sus pensamientos, sentimientos y voliciones, entonces el matrimonio perfecto se realiza en los siete planos (o regiones) de conciencia cósmica.
Existen personas que están casadas en los planos (o mundos) físico y etérico, pero en el astral no lo están. Otras están casadas en los planos físico, etérico y astral, pero no lo están en el plano (o mundo) mental: cada cual piensa a su manera, la mujer tiene una religión y el hombre otra, no están de acuerdo en lo que piensan, etc.
Existen matrimonios afines en los mundos del pensamiento y del sentimiento, pero absolutamente opuestos en el mundo de la voluntad. Esos matrimonios chocan constantemente, no son felices.
El matrimonio perfecto debe efectuarse en los siete planos (o mundos) de conciencia cósmica. Existen matrimonios que no llegan ni siquiera hasta el plano (o región) astral; entonces no existe ni siquiera la atracción sexual. Esos son verdaderos fracasos, esa clase de matrimonios se fundamentan exclusivamente en la fórmula matrimonial.
Algunas personas están llevando vida matrimonial en el plano físico con determinado cónyuge, y en el plano mental llevan vida conyugal con otro cónyuge diferente. Rara vez encontramos en la vida un matrimonio perfecto. Para que haya amor se necesita afinidad de pensamientos, afinidad de sentimientos y de voluntades.
Donde existe el cálculo aritmético, no hay amor. Desgraciadamente en la vida moderna el amor huele a cuenta de banco, a mercancías y a celuloide. En aquellos hogares donde sólo existen sumas y restas, no existe el amor. Cuando el amor sale del corazón, difícilmente regresa; el amor es un niño muy esquivo.
El matrimonio que se realiza sin amor, únicamente sobre bases de interés económico o social, es realmente un pecado contra el Espíritu Santo. Esa clase de matrimonios fracasan inevitablemente.
Los enamorados, a menudo confunden al deseo con el amor, y lo peor del caso es que se casan creyéndose enamorados. Consumado el acto sexual, satisfecha la pasión carnal, viene entonces el desencanto, queda la terrible realidad.
Los enamorados deben analizarse a sí mismos antes de casarse para saber si realmente están enamorados. La pasión se confunde fácilmente con el amor; el amor y el deseo son absolutamente opuestos. Aquel que verdaderamente está enamorado es capaz de dar hasta la última gota de sangre por el ser adorado.
Examínate a ti mismo antes de casarte: ¿te sientes capaz de dar hasta la última gota de sangre por el ser que adoras? ¿Serías capaz de dar tu vida para que el ser adorado viviese? Reflexiona y medita: ¿existe verdadera afinidad de pensamientos, sentimientos y voluntades con el ser que adoras? Recuerda que si esa afinidad completa no existe, entonces tu matrimonio, en vez del cielo, será un verdadero infierno.
No te dejes llevar del deseo; matad no solamente el deseo, sino hasta la sombra misma del árbol tentador del deseo.
El amor comienza con un relámpago de simpatía deliciosa, se substancializa con la ternura infinita y se sintetiza en suprema adoración. Un matrimonio perfecto es la unión de dos seres que se adoran absolutamente.
En el amor no existen proyectos ni cuentas de banco. Si tú estás haciendo proyectos y cálculos, es porque no estás enamorado. Reflexiona antes de dar el gran paso: ¿realmente estás enamorado? ¡Cuídate de la ilusión del deseo!; recuerda que la llama del deseo consume la vida y queda entonces la tremenda realidad de la muerte. Contempla los ojos del ser que adoras, piérdete entre la dicha de sus pupilas, pero si quieres ser feliz, no te dejes llevar del deseo.
No confundas, hombre enamorado, el amor con la pasión, auto-analízate profundamente. Es urgente saber si ella te pertenece en espíritu, es necesario saber si sois completamente afín con ella en los tres mundos de pensamiento, sentimiento y voluntad.
El adulterio es el resultado cruel de la falta de amor; la mujer verdaderamente enamorada preferiría la muerte antes que el adulterio. El hombre que adultera no está enamorado.
El amor es terriblemente divino, la Bendita Diosa-Madre del Mundo es eso que se llama amor.
Con el fuego terrible del amor podemos transformarnos en dioses para penetrar, llenos de majestad, en el anfiteatro de la ciencia cósmica…________________________________________________________________
Franklin Ugas/Asociación Gnóstica Tlalok
Maracaibo, Estado Zulia, Venezuela.
AGEAC

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