EL CABALLO, y su Simbología Oculta
Este mamífero doméstico de la familia de los équidos, con crin larga y cola cubierta de pelo, no ha sido solamente utilizado por el hombre para montar o como animal de tiro.
Si revisamos la historia encontraremos que los héroes, los grandes reyes y emperadores, lo utilizaron siempre como símbolo de su poder y su realeza; así pues, en muchas ocasiones un caballo de color blanco, azabache o alazán han servido para inmortalizar las gestas y conquistas, la grandeza y poderío de esos aguerridos vencedores, o en todo caso, representando su propia personalidad, como en el caso del quijotesco “Rocinante” o el de Atila, rey de los Hunos: “Por donde pise mi caballo no crecerá más la hierba”.
En el refranero popular también encontramos alusión a este cuadrúpedo. Por ejemplo: todos nosotros, alguna vez, hemos escuchado decir aquello de que “a caballo regalado no se le mira el diente”, “su filosofía es su caballo de batalla” o “tenemos que ir a matacaballo”…
Hasta los mismo griegos se escondieron en el interior de un caballo de madera para conquistar Troya. Sobre el tablero de ajedrez el caballo se mueve en forma de “L”, y esto nos recuerda a la Ley, simbolizada por cierto, entre los musulmanes, por un caballo. También la “L” designa al número 50 (en romano), y el 5 en Kábala, es la Ley.
En los cuentos de “Las mil y una noches”, aparece muchas veces el caballo como “agente mágico”, (muy semejante al “Pegasus” griego) a través del cual, el teurgo, puede surcar los aires, remontándose por encima de las nubes, para trasladarse a lejanos lugares, en compañía de una doncella que ha raptado o que ha liberado de un cruel y despiadado amo.
El V.M. Samael Aun Weor en su conferencia que lleva por título “El Esoterismo del Ajedrez”, nos dice entre otras cosas lo siguiente: El caballo, simultáneamente, alegoriza la osadía, el valor, la valentía y otros atributos de la conciencia.
Sin embargo, hay necesidad de eliminar los opuestos de las mencionadas virtudes, alegorizadas, en el ajedrez, por el caballo negro. No olvidemos a las “yeguas de Diómedes” (infrahumanos yoes pasionarios) a las tiene que capturar y destruir Hércules en su 7º Trabajo.
En el esoterismo taurómaco, el caballo simboliza al cuerpo físico aún no domado, y sobre el cual va el neófito, dispuesto a “picar” con la “lanza” a la “Bestia bramadora”, el Ego animal.
Todo esto nos lleva a pensar, singularmente, en el “Centauro mitológico” y en la constelación de Sagitario. Realmente, el “humanoide intelectual” es todavía algo no logrado, y por eso se desencadenan (dentro de él) terribles luchas entre la parte animalesca y su parte verdaderamente humana y espiritual, es decir, entre el
Hombre animal y el Hombre psicológico.
A veces se representan caballos con alas membranosas,o arrastando un carro hacia el abismo: es el deseo sexual desenfrenado, lo que nos da una idea de su carácter siniestro y hacia donde nos conduce la pasión violenta. Ahora bien, teniendo
en cuenta que el sexo encierra un poder que el ser humano debe aprender a utilizar sabiamente, si esta fuerza es dirigida hacia la destrucción o disolución de las fuerzas pasionales se convertiría en el Pegasus de los dioses.
Tal como el centauro, el ser humano debe lanzar la flecha de sus anhelos más profundos (de sus ansias de Ser, digamos) hacia el Sol interior, o Real Ser, para algún día religarse con él y reposar en el seno del Omnimisericordioso…
Por: César Owen / España
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