Centenario de Samael Aun Weor, el hombre: su bodhisattva

-Tomado de entrevista a Impérator Gómez Dueñas por parte de Gnosis Guatemala, el 18 de septiembre de 2015; aprovechando una estadía de dos semanas en Guatemala; así como de otras fuentes.

Primera parte

Como un homenaje al Avatar de la Era de Acuario, en conmemoración del Centenario del nacimiento de su bodhisattva, trasladamos una percepción distinta de nuestro maestro, de Samael Aun Weor, el hombre: Víctor Manuel Gómez Rodríguez. Nos parece particularmente importante e interesante, trasladar una forma distinta de ver al maestro, al Kalki Avatar. Algunos detalles que puedan servir a un ser humano para transformarse; que quiera seguir el ejemplo  de ese gran hombre. Los dioses no han sido siempre dioses. Todos los dioses Alguna vez fueron mortales, alguna vez fueron como nosotros: pecadores. Se equivocaron, se extraviaron y erraron el camino; pero poco a poco fueron logrando transformaciones íntimas para llegar a ser los grandes seres que son.

 Es el caso del que todos conocemos en el Pueblo Gnóstico, de Víctor Manuel Gómez quien se transforma interiormente y un día, ese bodhisattva permite que se encarne su Real Ser, Samael.

Bueno: así como lo expresamos en una reunión, con algunas personas estudiantes de la Gnosis, hablando de quien fuera Víctor Manuel Gómez Rodríguez, quien nació en Bogotá, Colombia, hace cien años, el 6 de mayo de 1917 y quien se convirtiera en el maestro Samael, ¡el famoso maestro Samael! Ese Víctor Manuel Gómez, que en la primera parte de su vida, fue un hombre común y corriente, como muchos. Con ciertas facultades, que ya las traía; pero al mismo tiempo era un hombre que estaba en proceso de aprendizaje. Víctor Manuel, contrajo matrimonio con Sara Dueñas por allá por los años cuarenta. Impérator narra que su mamá le contaba que, ellos dos, allá en Bogotá, se  iban a las faldas del monte de Montserrate a vocalizar. Allí, Víctor Manuel le mostraba a Sara un templo en estado de jinas. En esos lugares transcurrió su noviazgo. Se casaron en Bogotá, en la iglesia de San Diego. En esa época, en las afueras de Bogotá . Una iglesia muy bonita. Allí se casó también Impérator.

Sara y Víctor Manuel, procrearon tres hijos: la hija mayor: Luz Estela, después Salomón y de último Impérator, quien nació en 1946.

Víctor Manuel y Sara viajaban mucho por diferentes lugares de Colombia. En esa época era muy complicada la transportación. Las carreteras eran difíciles, no estaban asfaltadas. Los autobuses de esa época, no tenían aire acondicionado, ni facilidades. Era incómodo trasladarse de un lugar a otro. Transcurrían horas para realizar los viajes, que ahora implican minutos.. En uno de sus viajes, su hermana mayor, murió. No tenían dinero y vivían con muchas limitaciones económicas. Les faltaba para los alimentos y esa fue una de las causas por las que la niña, murió. Ella nació en Bogotá y murió en Chiquinquirá, en el departamento de Boyacá, en Colombia. Salomón nació en Pamplona, bastante distante de esos lugares e Impérator, nació en Armenia. Totalmente distintos los ambientes y los lugares por donde cada cual nació. Para sobrevivir, “el Viejo”, como le dice Impérator a su padre, leía las manos. Hacía el trabajo de Pitoniso y también las cartas de tarot. Con eso conseguían para comer y poder viajar. A los lugares que llegaban, visitaban grupos, grupos esotéricos de esa época; entre ellos, grupos de rosacruces y teosofistas de esa época. Así él se iba relacionando, él iba dejando contactos. Por la época que nació Impérator, Víctor Manuel, empieza a relacionarse con Donda, con Arnolda Garro o como se le menciona también, la maestra Litelantes.

Sara, también tenía inquietudes espirituales. Ella estaba bien contextualizada de las aspiraciones espirituales de Víctor Manuel. Ellos dos hacían equipo; equipo de trabajo para ayudar a la gente que les buscaba solicitándoles que les dijera donde se encontraba el ganado que habían perdido o que les habían robado o donde estaban las joyas que habían perdido. Ellos dos hacían este tipo de trabajo, este tipo de búsqueda. Y los dos lograron desarrollar estas facultades. Incluso, alguna una vez Víctor Manuel le pidió a Sara que se concentrara y le ayudara. Le indicó: «me dices en qué lugar está viviendo mi mamá”. Porque él le había perdido la pista a la mamá. Y Sara se concentró y le dijo: la dirección es tal, el número es tal. Y entonces, Víctor Manuel, le escribió una carta y sí, efectivamente, la abuela de Impérator, la recibió, le respondió y los dos pudieron comunicarse. Sí, tenían los dos, sus valores. Que «el Viejo» los desarrolló más, definitivamente.

Por la época que Víctor Manuel, conoce a Donda, él hacía las veces de médico naturista y Donda llegó a pedirle ayuda para que fuera a ver a un hermano que tenía enfermo. Y Víctor Manuel llegó a ayudarle a ver al paciente. Y así fue como ellos iniciaron su relación. Esta parte de la vida de Víctor Manuel, se narra con detalle en el capítulo titulado: “De curandero a hierofante”, del libro de Jesús Alfredo Dosamantes Terán: “Litelantes, la gran estrella del dragón”. Así se desarrolló un romance a la par del matrimonio con Sara. Ese romance dio como fruto, cuatro hijos.

De Armenia, salieron a vivir a Girardot. Allí, estableció Victor Manuel: dos hogares. El que tenía con Sara y el que tenía con Donda. Tiempo después se mudaron a Bogotá. Allí Víctor Manuel, también estableció dos hogares: tanto el hogar que tenía con Sara, como el que tenía con Donda.

En el libro de Dosamantes, se entiende que Donda, lo tenía claro. Hay un pasaje en el que se lee que Donda le dice a Víctor Manuel: “Que él era muy hombre para tener las mujeres que quisiera, que él tenía toda la libertad, pero que si andaba de novio con alguna, quería que él mismo se lo dijera y no venirlo a saber por los vecinos. Eso sí: que no hiciera comparaciones ni la llevase a casa, por supuesto”. . Esto es muy interesante y difícil de comprender, desde diferentes perspectivas. Una es del lado de la franqueza y otros aspectos que no son fáciles de entender, de digerir, pero que son muy interesantes dada la situación en que ambas familias se encontraban en esa época. Donda tenía una forma de pensar diferente. Si bien es cierto que Donda no tenía derecho a reclamar que él estuviera casado. Allí no tenía derecho a reclamo. En el futuro, en el libro de Dosamentes, se lee que Donda lo preparaba, le ayudaba, le daba las mejores ropas, lo vestía, le ayudaba para que él fuera a visitar otras mujeres. ¡No tenía celos! A ella lo que le importaba era que le dijeran la verdad.

Es algo que, en el caso de la infidelidad, resulta de lo más espinoso, uno de los asuntos más espinosos. Cuando alguien sufre ante una infidelidad. Se pueden formular pregunta como las siguientes: ¿Quién es el que sufre? ¿Lo mejor de ti, tu Ser o lo peor de ti? ¿Sufres porque amas o sufres porque te amas?, ¿sufres porque te hieren en tu amor propio? Generalmente, la gente sufre una infidelidad, no por el amor que le tenga a la otra persona, sino por el amor que se tiene a sí mismo y de allí vienen los celos. Interesante este aspecto, porque se relaciona con el asunto que generalmente, los gnósticos, se olvidan que el gran pecado no es el adulterio; sino la fornicación. No es que el adulterio sea recomendable en los estudios gnósticos. De ninguna manera. Es indiscutible que el gnóstico no debe caer en la esfera de Nahemah y cometer el delito espiritual del adulterio; pero es importante, impostergable analizar a fondo la cuestión del adulterio y que tanta preeminencia se le da por encima de la fornicación.

A lo que los gnósticos, usualmente caen es a la misma categorización de los fieles de las diferentes denominaciones cristianas, quienes consideran como el gran pecado al adulterio y no a la fornicación, creen que el gran pecado es el adulterio y se olvidan de la fornicación. Para entender de mejor manera el asunto, recuérdese el pasaje de la mujer adúltera en el Evangelio de Juan, capítulo 8 y el capítulo 19 del Evangelio de Mateo, en el que el gran Kabir discute con los fariseos la cuestión del divorcio: Y yo os digo que cualquiera que repudia a su mujer, salvo por causa de fornicación, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada, adultera. (Mt 19:9)

En la visión de Donda, los hombres tenían el derecho de hacer lo que les viniera en gana. Esa era la visión de ella. Inclusive con sus hijos y con Impérator. El mismo Impérator cuenta que él fue su amigo, y ella fue confidente de él y él fue confidente de ella. Y Donda, en ningún momento intervenía, cuando hacían sus picardías, como hombres. Ella en ningún momento se oponía a nada. Ella simplemente decía “allá las mujeres que se dejan”. Ella no condicionaba absolutamente nada. Ese es un comportamiento completamente diferente al de muchas mujeres. Gran mayoría de mujeres se posesionan de su hombre; una mujer toma posesión de él. Y siente que en cualquier movimiento en donde ella no esté, es traición. Es el pensamiento que refleja la actitud de la esclavitud psicológica. En la que un hombre o una mujer quiere ser dueño o dueña de su pareja; piensa o cree que es dueño de su pareja. Cuando, en realidad, no se es dueño de nadie. No somos dueños ni siquiera de nosotros mismos, de la vida nuestra. Pensar en que alguien es de nuestra propiedad, ¡es totalmente absurdo! Y en el momento en que aprendamos eso, en que dejamos de pensar que alguien es de nuestra propiedad, dejamos de sufrir. Dejamos a la gente que viva y haga lo que le plazca, que la otra persona, haga lo que a ella le parezca. Y no sufrimos. Esa es la parte más interesante que Impérator pudo aprender con Donda. Y él reconoce que, antes de conocer a Donda, era un egoísta de maravilla, ¡terrible!

Y aprendió con ella a dejar en libertad a las personas, que pensaran e hicieran lo que les pareciera conveniente. Esa fue una buena enseñanza. A no intervenir en la vida ajena. Ni siquiera a preguntarle sus asuntos particulares. Porque luego estamos preguntándole de la vida de esta persona, del amigo, de la amiga, de la esposa, del esposo, del hermano y le estamos preguntando sobre la vida de él, cosa que a nosotros no nos importa. Entre más sepamos de la otra persona, sobre su pasado, más conflicto tenemos. Recordemos que una cosa es la vida privada de cada quien. Así sea el mismísimo Jesucristo y otra es la vida pública de alguien. ¡Cada quien con su vida privada y nadie tiene derecho a meterse en la vida privada de nadie! Así sea Jesucristo, Víctor Manuel, Donda o Perico de los palotes. No podemos intervenir, a menos que sea un funcionario público, al que vamos a elegir para administrar la cosa pública y al salir electo: ¡Oh dececión! Resulta que este político electo, es un corrupto.

Además, si ponemos en práctica y conocemos a las personas por su presente, es mejor. Porque si conocemos a las personas por su pasado, mejor ni salgamos a la calle, porque todos tenemos un pasado tenebroso. Y no valoramos, ni revaloramos o transvaloramos que somos sujetos de cambio y que tenemos el derecho de ir cambiando. Y que unos cambian para arriba y otros para abajo. Y estamos en el derecho, no importa si es para abajo; porque cada quien tiene derecho a elegir y es su lección de vida.

Por ejemplo, una dama que está trabajando en liberarse y empezaba a comprender lo que es la libertad y a vivir la libertad; pero conoce otra persona, establecen una relación y esta resulta esclavizante y sabe que es esclavizante. Y dice: «de todas maneras tenía que estar allí»; hay que respetar que es su elección. Está en su derecho. Es su aprendizaje. Es útil para ella, para cada persona. Lo importante es que está en la completa libertad de decidir, qué hacer. Así que si sabemos el pasado de alguien, no es para condenarlo, sino para comprenderlo. Para comprender algunos procesos, que tenemos que vivir cada uno, para desmitificar. Muchas veces creemos que los dioses siempre han sido dioses. No alcanzamos a comprender que un día fueron seres humanos, pecadores como nosotros. Y en consecuencia nos condenamos a creer que nunca podremos convertirnos en dioses.

Lo anterior es producto del poder hipnótico, de la mecanicidad, del Ego; que nos hace contar solo hasta dos: creemos que solo existen dos números: 0 y 1 o bien 1 y 2; es decir, blanco y negro cuando todos sabemos que más allá del número uno o del dos, hay una infinita cantidad de números. Que más abajo del uno o del cero, igualmente, hay una infinita cantidad de números; asimismo que entre cero y uno o entre uno y dos, hay también infinita cantidad de números. Que, entre el blanco y el negro hay una amplia gama de tonalidades grises. Pero también: más allá del blanco y del negro, hay muchas tonalidades del espectro visible y muchas más del ultravioleta y del infra rojo. Sin embargo, en diferentes épocas, la humanidad en general, ha creído que los dioses siempre han sido dioses y que nosotros, los seres humanos, la humanidad, estamos condenados a nunca alcanzar el grado divino. Así se lee en el Nuevo Testamento que ocurrió con el pueblo Judío y Jesús: “Entonces los judíos volvieron a tomar piedras para apedrearle. Jesús les respondió: Muchas buenas obras os he mostrado de mi Padre; ¿por cuál de ellas me apedreáis? Le respondieron los judíos, diciendo: Por buena obra no te apedreamos, sino por la blasfemia; porque tú, siendo hombre, te haces Dios. Jesús les respondió: ¿No está escrito en vuestra ley: Yo dije, dioses sois? Si llamó dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios (y la Escritura no puede ser quebrantada), ¿al que el Padre santificó y envió al mundo, vosotros decís: Tú blasfemas, porque dije: Hijo de Dios soy? Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis.  Mas si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que conozcáis y creáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre. (Jn 10:31-39).

La cita del divino rabí de Galilea, es por demás explícita: “dioses sois”, en alusión al Salmo 82: “Yo dije: vosotros sois dioses y todos vosotros hijos del Altísimo”. (Sal 82:6) confirmando la palabra del Génesis: “sereis como Dios” (Gn 3:5).

Volviendo a la vida del bodhisattva de Samael, cuando Víctor Manuel decide viajar a México. Él ya ha tomado la decisión de vivir con Donda, desde hace algunos años, aunque mantenía comunicación con Sara y llegaba algunas veces a su casa. Después de varios años de él estar organizando un pensamiento, de estar trabajando en construir una vida más ordenada. A pesar de ello, Víctor Manuel llega a proponerle a Sara que viaje con él a México, que le acompañe; pero Sara le responde que no, porque él “viaja con esa mujer”.

Por la época de 1954, Víctor Manuel decide viajar a México y tanto Salomón, como Impérator llegaron a acompañar a Víctor Manuel, a despedirlo al aeropuerto de Bogotá.  Viajaron desde un pueblito llamado La Sierra, en Colombia. Salomón e Impérator llegaron a acompañarle al aeropuerto de Bogotá. Salomón tenía unos 12 años e Impérator unos 8 años. Eran unos niños. Y llegan con el Viejo a acompañarle al aeropuerto. Él se va en un avión y ellos, se quedan solos en una gran ciudad, en un lugar que sepa Dios y de allí tenían que ir a buscar un autobús que los llevara al pueblo donde vivían. Eran horas de viaje. En los tiempos actuales resulta impensable; que dos niños viajaran solos en autobús, pero en esos tiempos, aún en los años sesenta, un niño de ocho años podía recorren en solitario gran trecho en autobús.

Esto del viaje en avión de Víctor Manuel es importante porque algunos estudiantes gnósticos creen que el maestro Samael nunca tomó un medio de transporte, menos un avión. Creen que el maestro siempre se trasladaba en estado de jinas. De varios medios de transporte que el maestro usaba, se narra en varios libros. Lo narra Julio Medina, hay libros donde se habla que viajaba en automóvil con sus secretarios. Algunos creen que Samael salió de Colombia, caminando, a pie, hasta México, que él no tomó transporte. Cosa imposible, entre otras razones, porque no hay paso fácil por tierra entre Colombia y Panamá. Menos por esa época.

Otra curiosidad es que algunos creen que Víctor Manuel no usara chequera por esa época. Ya por esa época, los bancos daban a sus cuentahabientes una chequera. Cuando era algo propio del contexto de la sociedad en que él vivía. Víctor Manuel, llevaba su chequera entre el bolsillo. Era parte de la sociedad en que vivía. No podía aislarse espiritualmente, alejado del mundanal ruido, ser parte del mundo. En el libro de Efraín Villegas, «Transformación radical», se lee que cuando él visita a Samael, se da la explicación que muchos estudiantes gnósticos imaginaban a Samael, como un maestro con turbante, con túnica, con los mitos tradicionales relacionados con oriente. Esto es oportuno para remarcar en la importancia del hombre, del hombre común y corriente, del hombre entre los hombres. Por la época de juventud de Víctor Manuel, él era un hombre entre los hombres. El aprendió a ser mentiroso, aprendió a ser peleador, a ser celoso, a tener ira, aprendió todo lo que en este momento representan en este momento los hombres.

Era celoso y cuidaba a sus mujeres. Si, por ejemplo, pasaba un hombre frente de la casa, ¡se enojaba!, ¡porque pasara enfrente de la casa! Él era un hombre difícil. Era, digamos, un hombre muy contradictorio, porque por un lado estaba enseñando una cosa y por otro lado, él aún no la aplicaba. Pero con el ejercicio de estar enseñando, el ejercicio de estar queriendo lograr el cambio, fue abandonando sus hábitos indeseables. Fue abandonando cada vicio: el vicio de la pelea, el vicio de los celos, el vicio de la bebida; era bebedor. Por esa época, incluso llegó a dejar el saco empeñado en una cantina. No era algo fácil con él. La misma Donda le dijo a Impérator que “el viejo cambió ya siendo viejo”.

Las etapas de su enseñanza se ven reflejadas en los libros. La primera etapa de su obra se centra en los misterios, los poderes, los sidhis, en el desarrollo de las facultades internas del ser humano. Mientras en la segunda etapa de su obra se enfatiza en el cambio interior, en el desarrollo de la Esencia, en el despertar de la conciencia, en la muerte mística, en la eliminación del Ego, en el cambio de conducta, en el cambio de actitudes, en la Psicología Gnóstica. Víctor Manuel, en sus inicios, era un mago.  Eran poderes, lo que él mostraba o exhibía. Y dejaba a la gente atónita. La gente totalmente impresionada por todos esos prodigios que él podía realizar. Impérator recuerda que él siendo un niño, se colocó de pie sobre su mano y Víctor Manuel, lo alzó en una mano, de pie hasta la altura de los hombros de Víctor Manuel. Recuerda también que una vez, fueron enviados por sus padres con Salomón a comprar un refresco, una gaseosa a la tienda, a la pulpería y en el camino extraviaron el billete, el dinero. Entonces, decidieron retornar a la casa a solucionar el problema. Lo que hicieron fue guardar el dinero de donde estaba guardado, porque ellos sabían donde se guardaba el dinero. Salomón sugirió a Impérator a que entrara al dormitorio a sacar el dinero del lugar donde estaba guardado. En la habitación se encontraba Víctor Manuel descansando, con su cuerpo físico durmiendo. Ya habían salido de la casa y Víctor Manuel, de repente, los alcanzó, los tomo por el hombro y les preguntó: ¿Adónde van jovencitos? Entonces los acompañó a buscar el billete. Aún recuerda con asombro que Víctor Manuel, su padre, se dirigió directamente al lugar donde estaba extraviado el billete, no como si alguien lo buscara sin saber dónde estará; sino como alguien que sabe perfectamente donde se encuentra. Y ninguno de los dos lo miraba. Él solo se agachó y lo tomó y dijo: “aquí está”.

Hay otra anécdota interesante. En ese pueblo, uno de los días que Víctor Manuel llegó a casa, Impérator no quería ir a la escuela, porque quería estar con su papá, aprovechar que Víctor Manuel estaba de visita en la casa y estar con su mamá, con los dos. Impérator no quería y él le dijo “tienes que ir a la escuela” e Impérator no quería. Se lo repitió varias veces. Y al final Víctor Manuel, lo tomó y lo cargó en el hombro y lo llevó a la escuela y le dijo al maestro de la escuela: “Aquí le traigo a este muchachito para que le enseñe”. Esto es muy interesante, porque en el mundo gnóstico, gran parte del estudiantado cree que los estudiantes gnósticos no tienen por qué estudiar, porque eso no es necesario, que no tienen que ir a la escuela, que eso no es importante. Cuando Víctor Manuel sí mostró interés, estuvo ocupado en que sus hijos fueran a la escuela y que fueran gente productiva. Así tenemos el ejemplo en Hypatia, quien es dentista y Salomón quien llegó a ser magistrado. Estudió bastante. Es un individuo muy estudioso. Hypatia también asistió a la universidad y logró su título universitario; mientras los demás no quisieron estudiar. Eso es otra cosa. Los demás no fueron estudiosos. El resto le “sacó algo al viejo”, porque él no llegó a la universidad. Víctor Manuel, cursó el bachillerato, la preparatoria y prefirió dedicarse al estudio del esoterismo. Samael, el hombre tuvo historia, una historia interesante como hombre.

Cuando Impérator tiene unos dos años de edad, Víctor Manuel decide irse a vivir con Donda y decide separarse de Sara. Sara, entoces va con un familiar quien trabajaba en la Secretaría de Educación Pública. Ella le cuenta su situación y este familiar le consigue un trabajo como maestra en una escuela en el campo, como maestra rural, Ellos, Sara, Salomón e Impérator, pasan a vivir una vida maravillosa en el campo y pasan una niñez de abundancia,  de comida, abundancia de libertad, abundancia en todo. Hubo ocasiones que en donde vivían hasta se bañaban con suero de leche. De una hacienda le mandaban leche, crema, queso, mantequilla y el suero con el que bañaban a Salomón e Impérator. Vivieron una niñez muy agradable.

A los pocos años, Víctor Manuel, llegaba eventualmente de visita; hasta el momento en que decide viajar a México. Ya Víctor Manuel en México, Sara y Víctor Manuel mantienen comunicación vía correo postal de aquella época. Cuando Víctor Manuel llega a México, les envía una postal de la Pirámide del Sol. Y le enviaba cartas a Sara donde le decía: “mi querida y adorada esposa”, “adorable ser”. Él siempre se refirió a ella en una forma muy cariñosa, agradable. Él nunca se peleó con Sara, ellos no se pelearon, siempre mantuvieron esa comunicación, ese trato amable, agradable. En una de las cartas que Víctor Manuel, le escribió a Sara: “tú cumpliste una gran misión. Estás libre de karma”. Y vaya, eso resulta interesante porque, en realidad, Salomón e Impérator, durante el tiempo que vivieron con Sara, no sufrieron, no padecieron nada. Vivieron en abundancia. Claro que, en el contexto del sueldo de una maestra, en cuanto a economía, del dinero, no hubo abundancia porque era el sueldo de maestra. Pero la abundancia de la Naturaleza, la abundancia de salud, la abundancia de alegría, la abundancia de todo eso, lo mantuvieron. Y por donde pasaron, lo tuvieron y vivieron en los mejores lugares y en muy buenas condiciones. No hubo karma. Así se confirma que, efectivamente se cumplieron las palabras del maestro, que Sara había pagado su karma, Eso le dijo: “estás libre de karma”.

Impérator tiene entre sus propósitos, publicar en un libro titulado: “El lado oculto del Patriarca”, la historia desconocida de Víctor Manuel Gómez Rodríguez,  esas cartas, con pasajes de la vida de aquellas épocas, porque son interesantes y narrará, un poco más a fondo con detalle todo eso que se vivió porque es una lección de vida. Tanto que Sara que fue la que quedó abandonada con sus hijos, que supo mantenerse que supo ser una buena madre. Y por otro lado, el Viejo que se aventuró y avanzó con su idea, que tuvo una continuidad de propósitos. Eso es lo que a Impérator, en particular, es lo que más le llena de él. Que se cumplió lo que se dice en partes de su obra: “Cueste lo que cueste”. A Impérator cuando la gente le pregunta, ¿qué es lo que aprendió de su papá? él responde: La continuidad de propósitos, la voluntad que tuvo para lograr lo que quiso. Cueste lo que cueste. Pasó por encima de muchos; pero lo logró. Y eso es lo más valioso. Porque muchos de nosotros, somos cobardes. No lo hacemos porque justificamos, el qué dirán, el qué me va a pasar, el temor a lo desconocido, miedo a muchas cosas. Entonces, no hacemos lo que queremos. Con un propósito superior, por supuesto. Con un propósito superior. Porque la obra de él es la Gran obra, de tipo superior, superior de conciencia. Eso es lo que no debe impactar. No deben impactar los poderes de él, ni impactar la auto realización de él. No es lo que debe impactar. Que él lo logró qué bueno que lo logro. ¡Qué bueno por él! Lo importante es el ejemplo de que se puede llegar a la auto realización, s{i se puede, si queremos mantener ese propósito de conquista de llegar  a la autor realización.

Donda, gracias a la amistad que mantuvo con Impérator, le fue confiando en varias conversaciones detalles inéditos de la vida del maestro. Uno de ellos, va en relación con los grandes cambios actitudinales que se fueron dando en Samael en la etapa final de su vida. Uno de ellos está el que en principio, decía que la auto realización, es para pocos, es muy difícil y que solo los grandes iluminados, los grandes maestros la pueden alcanzar. Pero después él lo corrige y al final afirma que ¡la auto realización es simple, sencilla y natural! Entonces, nosotros, estudiantes gnósticos quienes estábamos tratando de mejorar nuestra vida, de ser útiles en esta vida, de hacerla más grande, mejor, disfrutarla; pues podemos alcanzar la auto realización.

Esto no es exclusivo de nadie. Esto lo podemos hacer nosotros. Lo que necesitamos es voluntad, continuidad de propósitos. Elementos que se sintetizan en los Tres Factores: No fornicar, morir, ¡servicio a la humanidad! Eso se desprende cuando comenzamos a valorar a los demás, a sentir afecto, cariño, aprecio y por último lo que vamos a sentir es amor. Porque no podemos decir que amamos a la humanidad de la noche a la mañana. Pero poco a poco iremos realizando nuestro trabajo y ese servicio lo vamos a volcar en amor. Y entonces ese servicio, nos engrandece, nos eleva, espiritualmente nos ayuda mucho.

Víctor Manuel, el maestro Samael, comienza a cambiar cuando él comienza a enseñar Psicología, en el libro Psicología Revolucionaria. Empieza a darse cuenta más a fondo. Ya traía información, ya había logrado mucho; pero el trabajo fuerte, lo comienza a partir de allí. Con el libro Educación Fundamental, La Gran Rebelión. Comienza incrementar su conocimiento y a ponerlo en práctica. Y toma de libro de cabecera el libro de La práctica del Zen de Chang Chen-Chi.

 

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